BABEL
Por Eluzaí Morales Ortega
Las fiestas del bicentenario en el corazón de la ciudad de México, no solamente fueron para los asistentes mexicanos. Algunos extranjeros se vieron por las calles de 5 de mayo, reforma junto con el corazón de la celebración en el zócalo.
Desde gente de naciones del primer mundo cómo Estados unidos, Alemania, Italia hasta de hemisferios tan lejanos cómo Argentina, Japón y Guinea.
Por la explanada del palacio de bellas artes, los gritos de celebración son similares a los miles de ecos que se pueden escuchar en las manifestaciones que son tan recurrentes en esa zona. Ahí Namiko, de Japón; luce un huipil humilde acompañado de unas gafas Dior, su pareja se ha perdido entre los cientos de mexicanos atestados por las calles.
Ahí nos comenta por unos breves segundos que lleva más de un año viviendo en la ciudad de México, pero los nervios de ser grabada en un celular le causan mucho nerviosismo al punto de alejarse cada ocasión más del aparato. Finalmente accede a una foto, su sonrisa al sonido del “click” demuestra que no son necesarias las palabras, cuando las emociones no tienen fronteras, ni idioma.
Reforma: Paraiso exprés.
Unas cuantas millas de tiempo, el metro de la ciudad conduce a lo que se puede clasificar cómo un Party grass entre el jet-set, es reforma, una pequeña ciudad dentro de otra, aquí no hay tanta gente cómo en el monumento al caballito, pero sí se comprueba que los mexicanos son gente que recibe con los brazos abiertos a todo el mundo.
Ahí está Jennifer Barrent y su esposo, ella sostiene a su pequeño hijo de ojos azules y del que uno puede asegurar que será tan alto cómo su padre al lado; mientras él sostiene en brazos a sus hija quién tanto tumulto ha dejado cansada.
La entrevista comienza en inglés y temina en español; fuera de cintas ellos me comentan que están orgullosos de ser parte de la historia de México sin siquiera conocer a profundidad esta gran nación; ahora comprenden porqué San francisco es uno de los lugares en la Unión Americana “Donde la gente busca esa conexión con México (…) la gente es trabajadora y alegre, les encanta la cerveza” aunque momentos antes ella comenta con franqueza “Los medios de allá dicen cosas sobre violencia y nunca nos pasan cosas buenas”, el esposo sólo afirma con la testa.
Por esta ocasión, el spring –break ha tomado un descanso.
De Boglio Génova a Viva México.
Es 15 de septiembre en la tarde, el ciber café “De parís” cercano a Calzada de tlapan está a punto de cerrar, su apariencia de pub inglés contrasta con los mosaicos italianos que luce el baño de los clientes; ahí Pierre vive con su conquista, Adriana. Él todas las mañanas que pasan los vecinos contesta con Chiao para saludar y despedirse; los 3 años radicado en México en ocasiones le hacen querer regresar a Génova, a la casa de sus abuelos donde los aldeanos del lugar le apodaban “Grazioso”
-“México es una cultura que es increíble. Recuerdo que la primera ocasión que escuché de él fue en mis clases en la universitá cuando hablamos…de recursos naturales”-se distrae un poco, pues un cliente le pide asesoría para un problema con la computadora, lo arregla y continua- he visitado su zócalo, templos antiguos e otro lugares magníficos”
La pregunta es obligada y cuestiono si ha probado el chile a lo que responde con una leve sonrisa de pena “Sí, sólo en sobrecito (refiriéndose a la salsa valentina), una vez probé picante amarillo (habanero) y me puse muy incandescente” le comento que los mercados son tradicionales en México a lo que menciona “En Italia se consigue buena verdura, pero sólo aquí a unas…cu…cuadras, es fresca y cierra muy tarde –refiriéndose al mercado de Portales-.
Al mencionarle que le parecía este 15 de septiembre cómo extranjero, me regaña pues el ya es mexicano por naturalización, aunque es recurrente platicas en italiano con Adriana, la lengua es más fluida y segura; prosigue “Es importante para mí, este paese (país) tiene buena gente, pero mucho povero (pobres) ojalá que cambie pronto”.
Por lo pronto se despiden, cierran sus puertas y se apagan las luces; me invitan a salir por una pequeña puerta, él me da su mano.
-Chao, amico- sonríe al decirlo.